20 de julio de 1969: Un gran paso para la humanidad.

Julio de 1969. Han pasado poco más de ocho años desde los vuelos de Gagarin y Shepard, seguidos rápidamente por el reto del Presidente Kennedy de poner un hombre en la luna antes de que acabara la década.

Hace sólo siete meses que la NASA tomó la audaz decisión de enviar al Apolo 8 a la Luna en el primer vuelo tripulado del enorme cohete Saturno V.

Ahora, en la mañana del 16 de julio, los astronautas del Apolo 11 Neil Armstrong, Buzz Aldrin y Michael Collins se sientan encima de otro Saturno V en el Complejo de Lanzamiento 39A del Centro Espacial Kennedy. El cohete de tres etapas y 110 metros utilizará todo su peso de empuje para propulsarlos al espacio y a la historia.

A las 9:32 a.m. EDT, los motores se encienden y el Apollo 11 sale de la torre. Unos 12 minutos más tarde, la tripulación está en órbita terrestre.

Tras una órbita y media, el Apollo 11 recibe el visto bueno para lo que los controladores de la misión denominan “Inyección Translunar”; en otras palabras, es hora de dirigirse a la Luna. Tres días después, la tripulación está en órbita lunar. Un día después, Armstrong y Aldrin suben al módulo lunar Eagle e inician el descenso, mientras Collins orbita en el módulo de mando Columbia.

Cuando llega el momento de posar Eagle en el Mar de la Tranquilidad, Armstrong improvisa, pilotando manualmente la nave más allá de una zona plagada de rocas. Durante los últimos segundos del descenso, el ordenador de Eagle hace sonar las alarmas.

Resulta ser un simple caso de la computadora tratando de hacer demasiadas cosas a la vez, pero como Aldrin señalará más tarde, “desafortunadamente surgió cuando no queríamos estar tratando de resolver estos problemas en particular.”

Cuando el módulo lunar aterriza a las 16:17 h EDT, sólo le quedan 30 segundos de combustible. Armstrong comunica por radio: “Houston, aquí Base Tranquilidad. El Eagle ha aterrizado”. El control de la misión estalla en celebraciones al romperse la tensión, y un controlador dice a la tripulación “Tenéis a un montón de tíos a punto de ponerse azules, estamos respirando de nuevo.”

A las 10:56 p.m. EDT Armstrong está listo para plantar el primer pie humano en otro mundo. Con más de 500 millones de personas viéndolo por televisión, baja la escalera y proclama: “Es un pequeño paso para un hombre, un gran salto para la humanidad”.

Aldrin se une a él en breve, y ofrece una descripción simple pero contundente de la superficie lunar: “magnífica desolación”. Exploran la superficie durante dos horas y media, recogiendo muestras y tomando fotografías.

Dejan atrás una bandera estadounidense, un parche en honor de la tripulación caída del Apolo 1 y una placa en una de las piernas de Eagle. En ella se lee: “Aquí los hombres del planeta Tierra pisaron por primera vez la Luna. Julio de 1969 d.C. Vinimos en son de paz para toda la humanidad”.

Armstrong y Aldrin despegan y se acoplan con Collins en el Columbia. Collins dice más tarde que “por primera vez”, “realmente sentía que íbamos a llevar esto a cabo”.

La tripulación aterriza en Hawai el 24 de julio. El reto de Kennedy se ha cumplido. Hombres de la Tierra han pisado la Luna y han regresado sanos y salvos a casa.

En una rueda de prensa posterior al vuelo, Armstrong califica el vuelo de “comienzo de una nueva era”, mientras Collins habla de futuros viajes a Marte.

Durante los próximos tres años y medio, 10 astronautas seguirán sus pasos. Gene Cernan, comandante de la última misión Apolo abandona la superficie lunar con estas palabras: “Nos vamos como vinimos y, si Dios quiere, como volveremos, con paz y esperanza para toda la humanidad”.